Juncos. La tierra en que Orlando “Peruchín” Cepeda pasó algunos años de su niñez, fue la misma que lo acogió en un difícil momento de su vida a mediados de la década de 1970, y la misma que recibió sus restos en un emotivo sepelio efectuado este viernes temprano en la tarde.

El cuerpo del otrora primera base de los Giants de San Francisco y que jugó en las Mayores 17 temporadas entre 1958 y 1974, fue enterrado en el mismo panteón de su madre Carmen Pennes, tal como pidió antes de morir, el recordado ‘Bambino Boricua’.

El féretro del fenecido astro boricua estuvo flanqueado por miembros de los Mulos de Junco, novena de la que Cepeda fue dirigente en los 70.
El féretro del fenecido astro boricua estuvo flanqueado por miembros de los Mulos de Junco, novena de la que Cepeda fue dirigente en los 70. (alexis.cedeno)

Antes, el primer puertorriqueño en conquistar un premio de Novato del Año en el béisbol de Grandes Ligas recibió un homenaje póstumo en el centro de actividades Josué “Elevadito” González en el Municipio de Juncos, a pasos del Estadio Mariano “Niní” Meaux de los Mulos del Valenciano del Béisbol Doble A, a quienes Peruchín llegó a dirigir hace unas cinco décadas.

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Las palabras de varias personalidades que llegaron hasta el lugar, incluyendo Tato Cruz, el entonces apoderado de los Mulos que le dio la oportunidad a Cepeda de dirigirlos en los 70, hicieron del acto uno emotivo y cálido, tal y como esperaba la familia del Jugador Más Valioso de la Liga Nacional de 1967, año en que ganó también la Serie Mundial con los Cardinals de San Luis.

“La gente de Juncos fue siempre bien especial con mi padre. Imagínate, el legado de mi abuelo Perucho Cepeda, mi papá… Mi abuelo fue mánager, mi papá también. Mi abuelo también jugó. Eso era candente los fines de semana entre Yabucoa y Juncos”, destacó Orlando Cepeda, hijo, antes de que el cuerpo de su padre fuera llevado a su sepultura.

Mucho más temprano, una comitiva fúnebre partió desde Santurce, donde inició el jueves el velatorio en la Funeraria Puerto Rico Memorial, arribando a Juncos alrededor del mediodía. A su llegada, una bandera de Juncos fue colocada sobre el ataúd junto a la de Puerto Rico.

En el lugar, un grupo de pleneros del pueblo tuvo una intervención musical casi al principio del tributo a Cepeda.

Gracias a Tato Cruz, que en ese momento mi papá la estaba pasando dura después del incidente; él pudo dirigir a los Mulos de Juncos”, recuerda agradecido Orlando Jr., haciendo referencia al problema legal que enfrentó su padre en 1975 al ser arrestado en el aeropuerto acusado por posesión de drogas, situación por la que cumpliría meses de prisión, completando su sentencia bajo probatoria.

Fue precisamente el béisbol, sobre todo en Juncos, el que le abrió paso a una nueva vida después de la caída.

“De ahí para abajo fue que se le abrieron las puertas”, continuó por su lado el relato Orlando Jr., acerca de lo que significó para su padre dirigir en la Doble A a los Mulos.

Integrantes precisamente de los Mulos, de la edición actual del equipo, realizaron una guardia de honor frente al féretro.

“Es increíble”, describió Orlando Jr. el recibimiento y calor de los junqueños hacia la figura de su padre, al tiempo que coincidió que los actos en memoria de su padre en este pueblo fueron tan o más emotivos que en San Juan.

“Uno nace en este ambiente y oye cosas, pero cuando son de tu isla, te toca el corazón. Yo vivo en Boston pero siempre estoy viniendo aquí y estoy envuelto en todo. Y mi familia y mis tíos están aquí”.

Orlando, hijo, detalló que cuatro días antes de la muerte de Peruchín, tuvo una conversación telefónica con él, desde Boston, y lo escuchó cansado. Por cierto, fueron las últimas palabras del ‘Baby Bull’ a su hijo.

“Ese lunes me dijo, “estoy cansado”. Yo había estado un mes completo con él, y le dije, ‘yo voy para allá ahora’. Y él rápido me dijo, ‘ah, para ti es fácil desde el bullpen diciéndome lo que tengo que hacer’. Y yo empecé a reírme. Eso fue cuatro días antes que falleciera”, agregó el hijo recordando el sentido del humor de su padre, a pesar de saber que estaba en sus últimos días.

Malcolm Cepeda, otro de los cuatro hijos de Orlando, y uno de los dos que tuvo con su esposa Nydia Fernández, la viuda, indicó que ya su padre los había estado preparando para el momento de su fallecimiento, y que incluso le anticipó el recibimiento que tendría en Juncos.

También le hizo la petición especial de que su cuerpo fuera enterrado junto a los restos de su madre.

“Vas a ver que la familia puertorriqueña me quiere un montón”, le dijo Orlando a Malcolm hace alrededor de un mes.

“El respaldo de la gente puertorriqueña ha sido algo inesperado y fenomenal. No hay palabras para describirlo. Son cosas que te tocan, pero también estamos celebrando la vida de papi. Tenemos que celebrarlo porque eso es lo que él quería. Decía, ‘celébrenme por favor, no me olviden”, agregó el tercero de cuatro hijos.

“Yo le decía, ‘papi no quiero hablar de eso’, y él decía, ‘tenemos que prepararnos; por favor llévenme a Juncos, y no solo que me entierren; que Tato Cruz hable, que el alcalde (Alfredo “Papo” Alejando) hable, que todas esas personas que me quieren y que me trataron bien, que digan cosas buenas de mí, Malcolm”, fue la petición de Peruchín, recordó su hijo.

Y eso exactamente ocurrió este viernes antes de la partida hacia el antiguo cementerio municipal.

Aparte de la música, el alcalde Alejandro tuvo unas breves palabras y aseguró que además del número 21 de Roberto Clemente que engalana uno de los jardines del Estadio Niní Meaux, también se retirará el número 30 que lució Cepeda con los Giants de San Francisco.

Uno de los momentos más emotivos fue cuando el otrora cantante Rafael “Tato” Díaz, una de las voces de la recordada agrupación musical Los Hispanos, tomó el micrófono para hablar de su amigo de la infancia, a quien dijo que le lanzó en la escuela elemental y lo ponchó, refiriéndose a Peruchín.

La amistad con Peruchín continuó toda la vida, al punto que cuando Cepeda fue a su exaltación en 1999 al Salón de la Fama en Cooperstown, Nueva York, le pidió a Díaz que lo acompañara y cantara durante la ceremonia. Este viernes le pidieron que interpretara el himno de Juncos, pero la emoción lo embargó. El instrumentista Orlando Pabellón, también amigo de Peruchín, entonces lo entonó con la trompeta en otro momento emotivo.

Parte del tributo musical incluyó al conocido trovador junqueño Edgardo Delgado, “El Ruiseñor”, quien dedicó varias estrofas a Cepeda y provocó varios aplausos con una pieza que cerró con el verso “aunque hoy lo van a enterrar, está prohibido olvidar la vida de Peruchín”.