A la verdad que los boricuas están en todos lados.

La muerte de Pete Rose trae el recuerdo del día en el 1985 en el que rompió la marca de imparables del inmortal Ty Cobb y, por lo tanto, trae el recuerdo de que aquel histórico hit al bosque izquierdo lo fildeó el pelotero doradeño, entonces jugador de Padres de San Diego, el querido Carmelo Martínez.

Sí. Carmelo estuvo en la historia de uno de lo momentos más imporantes en la centenaria historia del béisbol. Y sí, las huellas dactilares de Martínez están en esa pelota que hoy día la tocan con guantes puestos, si es que la palpan.

Relacionadas

“A la verdad que fue algo lindo, y lo que vino luego también, con una ceremonia de unos 10 ó 15 minutos. Fue un momento emocionante”, recordó Martínez, primo del miembro del Salón de la Fama, Édgar Martínez, y recordado como el primera base estrella de los Senadores de San Juan y del Dream Team en la Serie del Caribe del 1995.

El histórico sencillo de Rose picó al frente de Martínez en el jardín izquierdo. El rebote del hit fue alto sobre la grama artificial de los jardines del estadio de los Reds de Cintinnati y requirió que Martínez diera un salto sobre su pierna izquierda para evitar que la pelota se extendiera por los jardines.

El salto fue cosa del pasado, bromeo Martínez, de 64 años. También fue tema de disgusto en Cincinnati.

“Fue un salto alto. Bueno... para lo que salto ahora, fue un brinco alto. Pero de todos modos yo no saltaba mucho”, dijo el corpulento bateador que dio 108 jonrones en nueve temporadas en las Grandes Ligas.

“Y la fanaticada y los muchachos (peloteros) se enfogonaron conmigo porque querían que la dejara ir para que fuera doble el batazo”, recordó.

De hecho, adelantándose a los hechos, Martínez contó que entonces había puesto bajo aviso el lanzador que cedió el hit, el fencido Eric Show, que, si el batazo histórico iba por su predio, se echaría la pelota al bolsillo para él mismo llevarla a primera base y entregársela en las manos a Rose y aparecer en la foto histórica.

Pero Martínez contó que su mente de pelotero dominó a su mente de ser humano.

“Le había dicho a Show que yo mismo se la iba a llevar. Y a los lanzadores del juego anterior, del día antes, también les había puesto bajo aviso. Pero en el calor del juego tiré la bola a segunda porque Pete vio el bote alto de la bola y, siendo él Charlie Hussle, hizo el intento de doblar para segunda”, recordó Martínez.

Martínez bromeó además que su mente de pelotero también le dominó la noche anterior, cuando Rose colocó hacia su predio batazos que pudieron haber sido imparables si no hubiese sido por el guante del boricua.

“Dos veces le atrapé batazos bajitos y el público me abucheo. Querían ver esa bola picar”, dijo.

Martínez recordó que una semana luego estaba en el jardín izquierdo del Astrodome cuando el arroyano de los Astros de Houston, José ‘Cheo’ Cruz pegó hacia el jardín central, de acuerdo a la reseña, el imparable 2,000 de los 2,251 que dio en las Grandes Ligas.

Carmelo Martínez, a la izquierda, con Carlos Baerga y Rubén Escalera en el histórico Dream Team.
Carmelo Martínez, a la izquierda, con Carlos Baerga y Rubén Escalera en el histórico Dream Team. (JUAN RIVAS)

Carmelo jugó seis temporadas más en las Grandes Ligas luego de la campaña del imparable histórico. Además de los Padres y los Cubs de Chicago, que fue el equipo con el que ascendió a las Mayores, Martínez también jugó para los Phillies de Filadelfia, los Pirates de Pittsburgh, los Royals de Kansas City y los Reds de Cincinnati.

Anotando la temporada con los Reds en el 1991, Martínez totalizó nueve campañas y 1,003 juegos en las Grandes Ligas.

Y estando en Cincinnati, mientras se dirigía para su primer juego con los Reds un 10 de abril, Martínez dijo que volvió a revivir el hit 4,192 sobre un auto bólido, como era Rose como jugador.

Detalló Martínez que el entonces lanzador dominicano de los Reds, José Rijo, le llamó para ofrecerle que llegara a su debut con los Reds de manera impresionante: a bordo de un Porsche de colección que Rijo le había comprado a Rose.

Humilde, Martínez dijo que rechazó la oferta, aunque aceptó el pon. Y entonces supo porque el Porsche era de colección.

“Los aros decían 4,192. No lo guié, pero me monté en ese Porsche”.