¿Quién lo hubiera pensado hace una semana? Que la pelota cubana –en el exilio de los medios convencionales– volvería a acaparar la crónica del béisbol internacional. 

Y esta vez no con los titulares usuales como: “Cuba gana la Copa Mundial” o “Desertor busca probarse en las Mayores”, sino con el notición de su regreso a la Serie del Caribe  justo en momentos en que  Yasiel Puig toma por asalto el béisbol de las Grandes Ligas y la ciudad de Los Ángeles.

Parece como si el béisbol cubano hubiera retornado al mapamundi –si alguna vez se perdió–, pero ciertamente agrada el corazón de cualquier ávido amante del diamante.

Repasemos la historia.

En 1959, la revolución cubana –liderada por Fidel Castro– había logrado su objetivo. Luego de casi cinco años y medio de lucha armada contra el gobierno de Fulgencio Batista, el movimiento rebelde –denominado 26 de julio– llegó al poder y con él se instauraron una serie de reformas políticas y sociales tendentes al comunismo que sirvieron de precursor del embargo económico de los Estados Unidos a la isla caribeña.

Poco después de su ascenso, y como consecuencia del ambiente político del momento, en 1961, Castro abolió todos los deportes profesionales en la nación. 

Un telón de acero deportivo se erigió entre la pelota cubana y el béisbol de las Grandes Ligas. A los peloteros locales se les prohibió jugar por un salario. Los equipos de su liga nacional desaparecieron de la Serie del Caribe, evento que ayudaron a formar y del cual ganaron siete de sus primeras 12 ediciones.

De buenas a primera, Castro –un ex pelotero y amante del deporte– y su revolución escondieron del mundo a cientos y miles de jugadores.  Y con la decisión se opacó por mucho tiempo la rica historia que había visto a Esteban Bellán convertirse en el primer latinoamericano en jugar en las Grandes Ligas y que, en el 1950, presentaba que 51 de los 61 hispanos que jugaban en las Mayores fueran cubanos.

Para esa época, solo dos puertorriqueños habían ensuciado sus uniformes en las Grandes Ligas: Hiram Bithorn y Luis Rodríguez Olmo. Otros hispanos, tales como Martín Dihigo, Cristóbal Torriente y José Méndez eran discriminados por el color de su piel y tuvieron que seguir siendo estrellas en las Ligas Negras. 

En síntesis, los cubanos eran los reyes del béisbol en las Grandes  Ligas hasta antes de la revolución. 

Algunas de las principales estrellas cubanas que jugaban en las Mayores antes  de la revolución cubana fueron Adolfo Luque, Orestes “Minnie” Miñoso y  Camilo Pascual.

Luque, un lanzador derecho, acumuló récord de 194–179, con un ERA de  3.24 en 20 temporadas. Entre sus logros está haber sido destacado como la primera estrella cubana en las Grandes Ligas. Ganó dos Series Mundiales (1919 y 1933). Fue dos veces líder en efectividad de la Liga Nacional (1923 y 1925) y  encabezó el renglón de victorias de la Liga Nacional (1923). 

Por su parte, Miñoso –un jardinero izquierdo– promedió .298, con 186 jonrones durante 17 temporadas. Ganó tres veces el Guante de Oro y fue tres veces líder en bases robadas y triples. Participó en nueve juegos de Estrellas. 

Mientras, el lanzador derecho Pascual  tuvo marca de por vida de 174-170, con 3.63 de ERA y 2,167 ponches en 18 temporadas. Participó en siete juegos de Estrellas y fue tres veces líder en ponches en la Liga Americana. 

La revolución cambió el juego

El 1961 marcó un hito en la pelota guajira, el surgimiento de la era posrevolucionaria eliminó la pelota rentada en el país e incluso prohibió a los cubanos que ya jugaban en las Mayores  regresar a los Estados Unidos. Fue cuando comenzó la primera oleada de especie de desertores. Talentosos atletas como Atanasio “Tany” Pérez, Mike Cuellar, Luis Tiant y Tony Oliva, entre otros, decidieron quedarse en Norteamérica y no regresar a su patria para poder seguir jugando la pelota profesional con la que ya se ganaban sus vidas.

Fue un momento difícil para estos atletas que tendrían que abandonar su terruño, el hogar de sus ancestros, con el agravante de que muchos no volverían a ver a sus familias. 

A pesar de que las circunstancias que caracterizaron este periodo resultaron en mucha tragedia, los peloteros cubanos en el exterior brillaron con luz propia como nunca antes y le recordaron al mundo  que –sin importar las divisiones políticas– Cuba seguía siendo cuna de grandes. 

Durante el fragor de la Guerra Fría, los cubanos que más brillaron en las Mayores fueron Cuellar, Pérez, Tiant y Tony Oliva, entre otros. Para esa época también fueron jugadores confiables Dagoberto “Bert” Campaneris, Diego Seguí y Octavio “Cookie”  Rojas.

Pérez, quien tras la revolución se estableció en Puerto Rico, es, sin embargo, la bandera de esa camada. El primera base y miembro del Salón de la Fama jugó 23 temporadas en las Mayores. En su carrera tuvo promedio de por vida de .279, con 379 jonrones, y ayudó a los Rojos de Cincinnati a ganar las series mundiales de  1975 y 1976.  Participó en siete juegos de Estrellas y fue el  Jugador Más Valioso del Juego de Estrellas del 1967.

Cuellar, un lanzador zurdo que también estableció residencia en Puerto Rico, tuvo marca de por vida de 185-130, con 3.14 de ERA. Ponchó a  1,632 oponentes en 15 temporadas. Ganó el Cy Young de la Liga Americana en 1969, ayudó a los Orioles de Baltimore a ganar la Serie Mundial de 1970 y participó en cuatro juegos de Estrellas.

Tiant Jr., lanzador derecho, por su parte, terminó su carrera de 19 temporadas con 229-172 y un ERA de 3.30. Ponchó a 2,416, participó en tres Juegos de Estrellas y fue líder en efectividad de la Liga Americana  dos veces (1968 y 1972).

Oliva, un jardinero derecho, por su parte, bateó .304, con 220 jonrones en 15 temporadas. Fue el Novato del Año de la Liga Americana  en 1964. Fue  tres veces campeón bate de la Liga Americana (1964, 1965 y 1971). Participó en ocho juegos de Estrellas, ganó un  Guante de Oro y fue cinco veces líder en indiscutibles y cuatro veces en dobles de la Liga Americana.  

Descendientes y los desertores

Tras esa época, el béisbol de las Grandes Ligas comenzó a echar de menos por un buen tiempo a los peloteros naturales cubanos. Hacia la década del 1980 comenzó a surgir la era de los descendientes de cubanos, peloteros nacidos en los Estados Unidos, como  José Canseco, Rafael Palmeiro y Luis González, entre otros. 

Entre esa década y la de 1990, comenzaron a llegar también desertores, tales como el precursor del fenómeno tras la revolución René Arocha, seguido más adelante por jugadores de más nombre y mayor impacto como  fueron Liván Hernández, Orlando “el Duque” Hernández y más recientemente Aroldis Champman, Yasiel Puig y Yoenis Céspedes.

El fenómeno de las deserciones de los últimos 20 años ha sido mayormente propiciada por la pobreza que se apoderó de Cuba luego que la isla dejara de recibir el apoyo financiero de la Unión Soviética tras la caída de su comunismo. 

Pocos han sido también los casos en los que el Gobierno cubano ha permitido a jugadores suyos salir a jugar en el extranjero. Entre esos casos, principalmente se destacan el permiso que le dieron a Omar Linares en el 2002 para jugar con los Dragones de Chunichi en Japón y Pedro Luis Lazo para reforzar a los Piratas de Campeche en México en 2012.

Entre los desertores, hay también grandes actuaciones que confirman que Cuba sabe a béisbol. Los mejores ejemplos de ese núcleo son los hermanastros Liván y Orlando Hernández.

Liván, lanzador derecho, en 17 temporadas ha logrado marca de 178-177, con 4.44 de ERA y 1,976 ponches. Fue  Jugador Más Valioso de la Serie Mundial  de 1997 y   ganador  de dicho clásico. Ese mismo año fue también  el Jugador Más Valioso de la serie divisional de la Liga Nacional. Mientras, en el 2004, ganó  el Silver Slugger Award  de la Liga Nacional. Participó en dos juegos de Estrellas.

El Duque, también abridor derecho, trabajó nueve temporadas en las Grandes Ligas. Durante ese periodo,   acumuló récord de 90-65, con  4.13 de ERA y 1,086 ponches. Entre sus premios están el Regreso del Año  de la Liga Americana en el 2004; y el  Jugador Más Valioso de la serie divisional de la Liga Americana  en 1999. Ganó la Serie Mundial cuatro veces (1998, 1999, 2000, 2005).

Otros jugadores desertores  de la era  con buenas temporadas fueron José Contreras (lanzador, 78-67 con 4.57 ERA),  Rey Ordóñez (campocorto, tres Guantes de Oro), Kendrys Morales (primera base, .282 con 87 HR en parte de siete temporadas) y, más recientemente, Aroldis Chapman, el relevista zurdo de los Rojos quien lleva 55 salvados y 2.32 de ERA con 260 ponches en parte de cuatro campañas.

En fin, con la revolución y sin ella, Cuba siempre da de qué hablar en el béisbol. Lo que está haciendo actualmente Yasiel Puig en los Dodgers de Los Ángeles y la decisión de la Confederación de Béisbol del Caribe de readmitir a Cuba en la Serie del Caribe deben ser motivos  de celebración para todo amante del béisbol. 

Hasta hoy, un total de 171 cubanos han jugado en las Grandes Ligas. Tan solo 35 desertores de los más de 250 que han abandonado la isla han llegado a las Mayores y, de ellos, menos de un puñado ha tenido éxito estelar.

Actualmente, solo 18 jugadores cubanos están activos en la gran carpa. Esto sin contar que hay más de una docena de peloteros que son descendientes de cubanos, pero no se consideran en esta lista, tales como Eric Hosmer, Matt Díaz, J.P. Arencibia y Gio González.