Ralph Branca regresó a casa la tarde del 15 de abril de 1947 para encontrarse a su hermano mayor, John, incrédulo sobre algo que su hermano menor hizo ese día en el Ebbets Field. Como miembro de los Brooklyn Dodgers, Ralph se paró en la línea de la primera base al lado de un novato llamado Jackie Robinson durante las presentaciones en el día inaugural.

“¿Qué? ¿Estás loco?”, le preguntó John.

“¿De qué estás hablando?”, le respondió Ralph.

“Te paraste al lado de Jackie”, gruñó John. “¿Qué hubiese pasado si hubiese habido un tirador entre el público que tuviese mala puntería y fallaba por cinco pies?”.

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Ralph dejó colgada la pregunta en el aire por un momento y dijo después: “Hubiese muerto como un héroe”.

Jackie Robinson fue el que murió como un héroe en el 1972 y se convirtió en el atleta más importante de su generación, o de cualquier generación. Fue enterrado en el cementerio de Cypress Hills, en Brooklyn, donde su lápida dice: “Una vida no es importante, excepto en el impacto que tiene en otras vidas”.

Se puede argumentar que Robinson cambió la imagen de su país más que la de su deporte. En un momento en que un hombre negro puede ser, por dos términos, presidente de los Estados Unidos, los jugadores afroamericanos no hacen ni el 10 por ciento de las alineaciones de las Grandes Ligas.

Mientras el béisbol tiene problemas en reconectar con el atleta negro que se ha ido a jugar al baloncesto o al fútbol americano en vez de superar el legado de Willie Mays y Hank Aaron, esta verdad se mantiene intacta: era un infielder, no un escolta ni un mariscal de campo ni un receptor, el que ayudó a iluminar la separada pero desigual nación que comenzó a congeniarse –lenta y dolorosamente– en el vestuario de los Dodgers de Brooklyn en el 1947.

Esa historia –venerada en las Grandes Ligas y celebrada con el Día de Jackie Robinson, cuando todos los peloteros de las Mayores utilizan por un día el número 42, que de paso fue retirado del béisbol y todavía es usado solo por Mariano Rivera, quien se jubila este año– vuelve mañana a ocupar la primera plana al estrenar en los cines de Puerto Rico el filme 42.

La película, del guionista y director Brian Helgeland, cuenta con crudeza y veracidad los estragos que enfrentó el pelotero al romper la barrera del racismo y convertirse en el primer negro en jugar en las Grandes Ligas.

Helgeland, quien comenzó a trabajar con el filme hace dos años, contó con la aprobación de la viuda de Robinson, Rachel, y está convencido de que Robinson y su legado merecían una nueva película que contara su vida. El propio Robinson protagonizó una película biográfica suya en el 1950, titulada The Jackie Robinson Story (La historia de Jackie Robinson).

Pero, para las nuevas generaciones, es necesario recontar su historia de cómo el jugador del Salón de la Fama les demostró a los rincones racistas e ignorantes de Estados Unidos que los mismos ciudadanos negros que estaban vetados de algunos restaurantes, baños y fuentes de agua eran igualmente capaces que los blancos de ser empleados altruistas y productivos y líderes en el trabajo. Sí, líderes.

Por todo el abuso verbal y psicológico que experimentó mientras saltaba las barreras raciales, lo que queda retratado en 42, Robinson demostró tener el carácter necesario para cambiar la sociedad.

Carl Erskine, de 86 años y quien fue compañero de juego de Robinson en los Dodgers, vio la película en una presentación privada en Indianápolis hace una semana. Luego de verlo, no pudo creer cuán cerca el filme 42 refleja la realidad y lo catalogó más bien un documental. Agregó que los actores Chadwick Boseman (quien interpreta a “Robinson”), Nicole Beharie –quien interpreta a su esposa, “Rachel”– y Harrison Ford, quien hace el papel del presidente y gerente general de los Dodgers de Brooklyn, “Branch Rickey”, dieron en el clavo con sus interpretaciones en la película.

Durante la presentación, la esposa de Erskine, Betty, continuamente verificaba si su esposo estaba llorando. El viejo había adorado a Gary Cooper interpretando a “Lou Gehrig” en la cinta Pride of the Yankees, pero rápidamente decidió que 42 la había reemplazado como la mejor película del béisbol que había visto en su vida.