Parece como si fuera ayer cuando Carlos Arroyo se agarró la camisa del uniforme boricua y le demostró a las cámaras del mundo su orgullo por Puerto Rico tras la histórica victoria sobre Estados Unidos en Atenas 2004, que fue la primer victoria sobre un “Dream Team” de jugadores de NBA en unas Olimpiadas.

Ese momento glorioso que arropó de algarabía colectiva a Puerto Rico y que cubrió las portadas deportivas de diarios alrededor del planeta, sin embargo, no hubiera sido posible sin antes los boricuas no hubieran conseguido la clasificación olímpica en el 2003 de la mano de José “Piculín” Ortiz y el mejor juego en la historia de su carrera.

Con casi 40 años de edad, Ortiz tiró aquel domingo en el Coliseo Roberto Clemente posiblemente el más completo juego en la historia del baloncesto FIBA internacional en un juego por una medalla.

¿Quién puede olvidar aquel juego magistral donde el Piculín acumuló casi un cuádruple-doble con 21 puntos, 10 asistencias, 10 rebotes y siete tapones en el juego por el bronce y por el último puesto disponible para Atenas ante la Selección de Canadá en el Preolímpico en San Juan en el 2003?

Pues este viernes se cumplen 10 años de aquella joya baloncelística de “Piculín”, que dio paso posteriormente al juegazo de Arroyo y de Puerto Rico en las Olimpiadas de Atenas.

“El mejor juego de mi vida se lo debo a “Piculín” Ortiz. Si él no tiene el juego que tuvo ante Canadá en el Preolímpico, yo no hubiera tenido el mío en Atenas. Siempre estaré en deuda con “Piculín” porque fue el que me llevó a mi primera y única olimpiada”, dijo Arroyo a Primera Hora.

Canadá: el antiguo verdugo

Antes de aquel partido ante Canadá en el 2003, Puerto Rico venía de sufrir un trago amargo ante ese mismo rival en el Preolímpico de 1999 en San Juan cuando los canadienses, conducidos de la mano de Steve Nash, dejaron a los boricuas fuera de las Olimpiadas de Sidney 2000 durante las semifinales en un torneo que tuvo solo dos puestos disponibles.

Pero el destino le reservó una oportunidad reivindicatoria a Puerto Rico cuatro años más tarde ante el mismo oponente y en el mismo escenario. Solo que esta vez Ortiz se iba a encargar de que el desenlace fuera diferente.

“Recuerdo que es día ‘Picu’ vino bien enfocado. Tenía un brillo en los ojos especial. Un aura de confianza solo reservada para superestrellas como él”, dijo el técnico nacional de aquel momento, Julio Toro.

“Me dijo ‘Julio, no me saques hasta que yo te lo pida’. ¡Y yo cumplí con él, porque lo que estaba tirando era un macramé! Estaba en una ‘zona’. Estaba imparable. Aquello fue un juego sabroso. Magistral. De los mejores desempeños individuales que haya visto en mi vida en cualquier liga”.

La pareja con Danny Santiago

Y es que desde el saque Ortiz se combinó con el centro Daniel Santiago para ‘llevar a la escuela’ a la trifecta del pívot canadienses Greg Newton, Jesse Young y Peter Guarasci con buena cantidad de pases de ‘high-low’ entre sí para imponer dominio total en la pintura.

“Fue un día especial para Picu y para mí”, dijo Santiago, quien también tuvo un gran partido esa noche con 15 puntos, 11 rebotes y seis asistencias.

“Piculín y yo sabíamos jugar bien juntos, pero ese día tuvimos una química especial. Nos buscamos constantemente en cancha a través de pases de ‘high-low’ o pases extras en el poste bajo. Estoy seguro que la mayoría de las 16 asistencias que tuvimos de forma combinada fue buscándonos uno al otro”.

Ortiz se acuerda de ese momento en forma similar, con él y Santiago controlando el partido con su juego interior frente a un equipo de Canadá que no encontraba soluciones.

“Danny y yo nos entendíamos bien en cancha y esa noche fue especial. Los hombres grandes de Canadá se veían algo frustrados y no encontraban como contener nuestro juego en la pintura. Si trataban de doblarme a mí, se quedaba Danny solo. Y si le salían a Danny, me quedaba yo uno contra uno. Así abrimos el marcador temprano y Canadá nunca se pudo recuperar”, recordó Ortiz, quien jugó 36 minutos esa noche luego de haber descansado bastante durante la segunda ronda de ese Preolímpico en San Juan.

Guardándose para el final

De hecho, tras promediar casi 25 minutos por juego durante la primera ronda de competición, Ortiz apenas superó los 20 minutos en solo una ocasión durante sus próximos cinco compromisos cuando estuvo en cancha por 33 durante el crucial triunfo, 72-70, sobre Brasil.

“Me estuvieron guardando y descansando casi toda la segunda parte de ese torneo. Por eso cuando llegó el juego con Canadá le dije a Julio que si empezaba conmigo no me iba a sacar hasta que tuviéramos la victoria en la mano. Esa noche no iba a haber descanso para mí. Lo iba a dejar todo en la cancha”, dijo Ortiz.

¡Y así mismo fue!

Ortiz, que apenas promediaba 9.6 puntos y 5.9 rebotes en poco más de 21 minutos por juego durante el Preolímpico previo a ese juego de medalla de bronce contra Canadá, salió a jugar como hombre poseído, como si le hubiera podido dar atrás al señor tiempo y su cuerpo careciera de las dolencias de espalda y rodilla que a sus 39 años y pico ya le solían afectar.

“El mejor juego de mi vida”

En el tabloncillo dijo presente un “Piculín” Ortiz similar al de las Olimpiadas de 1996 en Atlanta, aquel que figuró segundo en anotaciones con 25 puntos por juego y lideró ese torneo en rebotes con 10.1 por cotejo.

El “Cóncord”, como cariñosamente le apodaba el gran narrador Manuel Rivera Morales, estaba en todas. Lo mismo anotaba su habitual tiro de tabla, que alimentaba a Larry Ayuso con asistencia para un tiple o le propinaba un tapón a Steve Nash.

No había área en el juego donde “Piculín” Ortiz no tuviera un impacto significativo.

“Tenía la espinita de 1999 cuando Canadá nos dejó fuera de las Olimpiadas en nuestra propia casa. Fue un mal sabor que me duró por semanas y hasta contemplé el retiro internacional en aquel momento. Quería desquitarme de aquel juego e iba a hacer todo lo posible para evitar otra decepción en mi propia cancha”, dijo Ortiz, quien esa noche atinó 10 de sus 18 intentos de campo y también agregó tres robos de balones a su impresionante línea estadística.

“Ese podía haber ser mi último partido en el Equipo Nacional si no hubiéramos ganado. Nos merecíamos estar en Atenas luego de haber fallado en ir a Sidney. Y si me iba a retirar del Equipo Nacional iba a ser con unas Olimpiadas. Esa noche ante Canadá iba dispuesto a morir con las botas puestas. Pero ganamos ¡Y de qué forma! Sin duda alguna, a nivel individual fue el mejor juego de mi vida”.

Y fue también el anticipo a la mejor experiencia de su vida cuando un año después, en la apertura del torneo de baloncesto en los Juegos Olímpicos en Atenas, Ortiz marcó ocho puntos y capturó seis rebotes para apoyar los 24 tantos, cuatro rebotes, siete asistencias y cuatro robos de Arroyo que guiaron a Puerto Rico a una victoria por 92-73 sobre el Dream Team. El mejor juego en la historia de Piculín permitió la mejor victoria de Puerto Rico en la historia.

Derrotaron a Canadá gracias a la extraordinaria actuación de José “Piculín” Ortiz.

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