México.  El dirigente Rick Pitino es el de la mano dura. En cambio, su asistente principal, Mike Balado, es el que les da palmaditas en la espalda a los jugadores en los momentos de frustración.

Incluso fuera de la cancha, la personalidad de Pitino resulta más intimidante que la de Balado, quien se muestra mucho más simpático y expresivo, quizás por la sangre latina que corre por sus venas, pues es nacido en Miami de padres cubanos. Bueno, la realidad es que su nacionalidad es un poco difícil de definir, pues él nació en alta mar.

“Mis padres salieron de Cuba en el 1975, y como toda la gente en esa época, para poder salir, mis padres, mis abuelos y mi tía se metieron en un barco. Mi mamá estaba embarazada y estuvieron en el mar cinco días sin agua ni comida. A dos millas de la costa de Miami, ella empezó a dar a luz. Entonces nos interceptó el Coast Guard y ella me tuvo allí en el bote. Mi pasaporte dice que nací en los Estados Unidos, porque nací en aguas internacionales. Soy ciudadano norteamericano, pero nací en el mar”, cuenta la historia como sacada de una película.

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Balado vive muy orgulloso de sus raíces, pues sus progenitores le inculcaron su espíritu de lucha. 

“Mis padres son gente muy fuerte. Siempre han trabajado por lo que tienen y a mí me han enseñado desde joven que nadie te va a dar nada, pero si trabajas duro, las cosas salen bien”, dice sobre quienes también le enseñaron a mantener su idioma, “porque en mi casa siempre se habló español, y aprendí a hablar inglés en la escuela”.

Sin embargo, Balado, de 39 años, se siente culpable de que sus hijos gemelos, una hembra y un varón, casi no hablan español. 

“Ellos nacieron en Florida, cuando yo trabajaba en la Universidad de Miami, y a sus seis años han vivido en South Carolina, en North Carolina y ahora en Louisville, en Kentucky. Yo quisiera que hablaran más español. Cogen clases en la escuela, pero por mi trabajo, pasan más tiempo con su mamá, y  mi esposa Alicia, que es norteamericana y no entiende español, excepto las malas palabras”, bromea. 

Los niños, Aden y Adelina, sí heredaron su amor por los deportes. El nene juega lacrosse, fútbol y baloncesto, y a la nena le encanta el cheerleading.

Llegar a trabajar a Puerto Rico con la Selección Nacional, en julio pasado, fue para  Balado una forma de reconectarse, de alguna manera, con la cercana isla de Cuba, que nunca ha visitado. 

“Me dicen que en Cuba las playas son bonitas también (como las de Puerto Rico)”, comenta. 

Su experiencia en Borinquen, agrega, ha sido positiva “porque toda la gente involucrada en el baloncesto, la Federación, los deportistas y los fanáticos, son buenísimos”.

Balado lleva tres años trabajando al lado de Rick Pitino y al igual que muchos expertos del mundo del baloncesto, lo considera un gran coach. Pero también lo conoce a un nivel personal  al que muy pocos tienen acceso. 

“Él es una de las mejores personas que yo conozco, por muchas razones”, afirma con convicción. “Es una persona de familia. Su esposa es su amor de high school.  Tiene cuatro hijos y una hija, y cuando  lo veo con ellos , con sus nietos, veo que tiene mucho amor. La segunda cosa es que cuida mucho a la gente que trabaja con él, somos como una familia. Y la tercera es que es como un papá para sus jugadores, es una influencia para ellos y un motivador. Es un hombre muy competitivo. Él quiere ganar el juego, pero cuando sale de la cancha, la experiencia para él es lo más importante”, concluyó Balado, quien confía en que Puerto Rico todavía tiene  oportunidad de conseguir su pase a las próximas Olimpiadas, ya sea directamente o vía la ruta de un repechaje.