San Germán. En la cancha de baloncesto denominada como la casa de Arquelio Torres Ramírez se ven atléticos de todas las edades. Los hay desde los que van en brazos de sus padres hasta los que van en silla de ruedas o ayudados por un bastón. Las cabelleras blancas abundan en la zona de palcos, y usualmente estas pertenecen al grupo de los más orgullosos y fieles fanáticos.

Y es que en este municipio ser atlético es casi un compromiso de vida.

El ejemplo de este lo es Livia Mercedes Ramírez Porrata, una sangermeña que a sus 103 años, casi 104 pues los cumple en octubre, aún siente una obligación con ese equipo que amadrinó por años y en los que jugaron compañeros de clase de su escuela como el propio Arquelio Torres, Armando Torres, padre, Aurelio ‘Pototo’ Ramírez y Luis F. Sambolín.

“Muchos de los jugadores eran compañeros de escuela, como Arquelio. Me comenzó a gustar el baloncesto porque el equipo tenía miembros de mi misma edad”, dijo doña Livia claramente.

Si existe una primera fanática, una fanática número uno de los Atléticos, esa es doña Livia. Creció entre ellos.

Al centro, Livia Ramírez Porrata, como madrina del equipo, posa con Luis Sambolín, a la extrema izquierda; Arquelio Torres, a su izquierda; y Armando Torres, padre, justo a su derecha.
Al centro, Livia Ramírez Porrata, como madrina del equipo, posa con Luis Sambolín, a la extrema izquierda; Arquelio Torres, a su izquierda; y Armando Torres, padre, justo a su derecha. (Suministrada / Yasmín Quiñones)

Esta nació en San Germán en el 1918, un año antes que Arquelio Torres. Aquellos eran años de formación y desarrollo del baloncesto y de los equipos, hasta que finalmente se organizó la Asociación Puertorriqueña de Baloncesto en el 1930, año en que se jugó el primer torneo de lo que hoy conocemos como BSN.

“Es más que un orgullo ser fanática de San Germán. No me perdía los juegos con ellos. Íbamos a otros pueblos, especialmente a Ponce y a Mayagüez”, recordó como si hubiese sido ayer.

Según contó su nieta Yasmín Quiñones, en octavo grado ya ella era madrina del equipo. Cuando Livia se mudó a Estados Unidos en 1945, hasta allá llegó la amistad, ya que Arquelio la fue a visitar a su apartamento en la Gran Manzana poco antes de que enfermara y falleciera. Según la página atléticos.org, en 1949 Arquelio viajó a Estados Unidos con los Atléticos para una gira, en la cual enfermó.

“Hubo un tiempo que tuvieron que ir a Nueva York y ahí fue y me visitó. Era un fiel amigo mío”, recordó Livia, quien en los pasados días también compartió su historia con el programa Día a Día de Telemundo, lo que le ocasionó una gran emoción.

Luego de un par de décadas trabajando como traductora de cartas, Livia regresó a su San Germán, donde trabajó como secretaria para varios rectores de la Universidad Interamericana de ese municipio y vivió siempre escuchando los partidos por radio.

Aunque por consideraciones de edad hace un tiempo no va a la cancha, no se pierde ni uno de los encuentros por televisión, incluso los de esta serie final.

Pero la fidelidad a los colores de la Ciudad de Las Lomas sigue intacta. Y es sincera.

“Ya estoy vieja, pero recuerdo mis tiempos, que fueron buenísimos”, manifestó Livia.

Doña Livia lo es la única

Y si sinceridad y fidelidad busca, pasee por la planta baja de la Arquelio.

En el cuarto partido de la serie, por ejemplo, Iraida Oliver estaba en primera fila con su camisa con los colores anaranjado y blanco.

“Yo estoy viniendo desde que era muchacha, y tengo 82. Soy fan como desde hace 70 años, porque mi papá nos traía desde chiquitas”, contó Oliver con mucho orgullo.

“Nos gustan todos los deportes pero el baloncesto es primero. Mi papá nos llevaba a las Justas (Interuniversitarias de Atletismo) desde chiquitos. La primera vez que me trajeron el equipo jugaba en el hangar”, recordó.

Fabiola Padovani, a la izquierda, junto a su madre Iraida Ortiz, una fanática de los Atléticos desde hace alrededor de 70 años.
Fabiola Padovani, a la izquierda, junto a su madre Iraida Ortiz, una fanática de los Atléticos desde hace alrededor de 70 años. (Jorge A Ramirez Portela)

De acuerdo con atléticos.org, dicho hangar fue traído desde Estados Unidos e inaugurado en el 1954, y se considera como la primera cancha bajo techo que hubo en el baloncesto puertorriqueño.

Pero Iraida no estaba sola, pues en la misma sección, además de su hija la Dra. Fabiola Padovani, y su hermano Joaquín Oliver, había otros cuatro hermanos que también llevan décadas con las mismas sillas de palco.

De acuerdo a Padovani, los de la actual Arquelio Torres Ramírez su familia los adquirió en el 1985, cuando se inauguró el recinto. Los asientos son detrás de la mesa de los oficiales, casi en el mismo medio de la cancha.

En el lado opuesto de la cancha, Alba Ortiz y su esposo Santos Tirado, fueron de los primeros abonados en llegar al cuarto partido del martes.

Ortiz contó que llevan unos 47 años viendo los juegos de los Atléticos, o sea, desde mediados de la década de los 70.

Alba Ortiz y Santos Tirado son oriundos de Lajas que se reubicaron en San Germán hace tiempo. Desde que abrió la actual Arquelio Torres Ramírez en 1985 se sientan en los mismos asientos, pero son seguidores de los Atléticos desde la década de los 70.
Alba Ortiz y Santos Tirado son oriundos de Lajas que se reubicaron en San Germán hace tiempo. Desde que abrió la actual Arquelio Torres Ramírez en 1985 se sientan en los mismos asientos, pero son seguidores de los Atléticos desde la década de los 70. (Jorge A Ramirez Portela)

“Estamos cerca de la cancha y somos de los primeros que llegamos. Llevamos muchos años y siempre hemos estados en los mismos asientos”, manifestó Tirado, quien explicó que residen en la cercana urbanización Porta Coeli.

“Mi hijo tiene 49 años y comenzamos a venir cuando él era bien pequeño”, agregó Ortiz.

De hecho, esta contó que ambos no son oriundos de San Germán, sino del contiguo municipio de Lajas.

“Nos mudamos aquí hace más de 40 años. Y cuando empezaban los juegos, los vecinos no hablaban de otra cosa. Todo era baloncesto y desde entonces no nos hemos ido”, sostuvo, antes de indicar que muy posiblemente sus sillas las heredarán sus nietos.