Para la pasada Copa del Mundo FIBA, el Equipo Nacional de Baloncesto masculino viajó durante 30 días antes de arribar al destino en Filipinas para participar en el evento.

Las largas horas por viajes, los traslados de hoteles y las variaciones de comidas pasaron factura. Esta vez, las circunstancias serán muy distintas.

Los integrantes de la Selección, junto con el cuerpo técnico, disfrutan de la comodidad de estar cerca de donde se llevará a cabo el Torneo de Clasificación Olímpica del 2 al 7 de julio en el Coliseo José Miguel Agrelot.

“Es una gran diferencia. El año pasado fue una experiencia viajando a distintos países, pero es demasiado exigente estar en cuatro o cinco países. Estar aquí para practicar es bueno para nuestros cuerpos y nuestras mentes. Es una ventaja”, dijo Jordan Howard.

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José Alvarado formó parte de la práctica de hoy.
José Alvarado formó parte de la práctica de hoy. (Josian Bruno Gómez)

El delantero Chris Ortiz también pasó por esas experiencias antes del pasado Mundial.

“Es un nivel distinto de comodidad. No hay efectos por el desface de horarios. No hay que preocuparse por perder una maleta. Es más cómodo”, indicó Ortiz.

La gerencia del equipo ha trazado un exigente plan de preparación que incluye, en ocasiones, dobles sesiones de prácticas en un día, además de pesas para el acondicionamiento físico, masajes, yoga y estudio de vídeos.

Viajar a Europa es, mínimo, un vuelo de seis horas. Es un clima distinto, una comida distinta. Así que todos son factores en la preparación. Uno está cansado y no puede dormir. Quedarnos en un hotel, estamos acostumbrados al clima, la humedad, las comidas, nos dan unas pequeñas ventajas que pueden ser relevantes en este tipo de torneo”, sostuvo el delantero Isaiah Piñeiro.