Estas dos fanáticas hacen que las Guerreras jueguen respaldadas como por 10,000 boricuas
Frances Quiñones y Maritza Robles, madres de las integrantes de la Selección Nacional Isalys Quiñones y Jennifer O’Neal, se dejan sentir donde quiera que juega el equipo.
Nota de archivo: esta historia fue publicada hace más de 1 año.
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Guanajuato, México. Son apenas dos fanáticas más en las gradas del Domo de la Feria de la ciudad de León, México, aunque de lejos parezcan –por el algarabío que provocan– unas 20.
Ellas son Frances Quiñones y Maritza Robles, madres de las integrantes de la Selección Nacional de baloncesto femenino, Isalys Quiñones y Jennifer O’Neal.
Con su tradicional bandera en mano, buscan cualquier objeto o instrumento que haga ruido para acompañar rítmicamente sus cánticos a favor de Puerto Rico.
Durante el primer día de acción de la AmeriCup, se sentaron solas en unas de las secciones horizontales de dicho pabellón.
Su energía era tanta que, al cabo de la segunda mitad, terminaron rodeadas de afición mexicana que, a su vez, culminó vitoreando a las puertorriqueñas.
Y al siguiente día, se repitió la misma escena… Esta vez con la excepción de que varias niñas mexicanas intercambiaban celebraciones (en forma de corazón) con las jugadoras del combinado patrio, emulando a Quiñones y Robles.
“No me pierdo nada de lo que mis tres hijos hagan. Mientras Isalys me lo permita, yo sigo viniendo. Gracias a Dios tengo un trabajo flexible y puedo trabajar desde aquí”, dijo Quiñones a este medio.
Para aquellos que siguen religiosamente al Equipo Nacional femenino, el nombre de Frances es más que conocido en estos lares. Su presencia se transmite más allá de la cancha, pues también en las redes.
“Este equipo es una familia”, sostuvo. “Por eso mi nena (Isalys) quiere representar a Puerto Rico en la mayor capacidad que pueda. Estuvo delicada de salud, pero hay dos cosas que ama por encima del resto: el baloncesto y Puerto Rico”, añadió.
Quiñones y Robles coincidieron, también, en Australia y Francia, así como otros lugares.
“Estoy contenta de estar aquí. No solo para apoyar a mi hija Jennifer, sino que a todas”, indicó Robles, quien reside en Nueva York.
“Siempre estamos juntas”, prosiguió por su lado Quiñones. “Ahora hay que ir a Chile para los Juegos Panamericanos. A ver los juegos y beber vino”, destacó con una carcajada.
Quiñones vive actualmente en San Diego.
“Siempre le decimos a las nenas que, cuando vengan acá, aquí tienen una familia. Recientemente fuimos a ver a Trinity (San Antonio) jugar con su universidad en San Diego. Sé que son adultas con trabajo, pero siempre serán mis nenas”.
Tanto Isalys como Jennifer, así como Arella Guirantes y Jazmon Gwathmey, fueron las últimas cuatro jugadoras en unirse a un núcleo que viene de agenciarse de la medalla de bronce en los Juegos Centroamericanos y del Caribe, de San Salvador.
“No quiero ponerme emocional, pero Jerry (Batista) ha sido el mejor coach de mi hija. Ella lleva jugando desde hace algunos años y, pese a lo delicada, no podía esperar para venir de vuelta. Eso te dice el respeto y cariño”, abundó. “Durante el proceso que Isalys estuvo enferma, Jerry le escribía todos los días. Aprecio mucho lo que han hecho como Federación”, destacó.
“Las escuchamos hasta en los videos”
Por otro lado, O’Neal y Quiñones describieron lo que significa tener a sus madres, incondicionalmente, juego tras juego en las gradas.
“Ella (Robles) perdió incluso un vuelo en Houston para venir acá. Es súper importante para mí, verla aquí. Ella trabaja muchísimo. Se toma tiempo libre para verme. Es importante para mí, como dije. La veo trabajar tanto desde que era una niña. Estoy súper agradecida. Ella (literalmente) para de generar dinero por estar aquí”, manifestó O’Neal.
Isalys coincidió.
“Mis padres son mis más grandes fanáticos. Es una bendición. No todo el mundo tiene esa oportunidad de viajar. Y siempre que jugamos, ya de por sí sabemos que vamos a tener a dos de las más grandes fanáticas en las gradas. Es brutal”, concluyó.