¿Sabías que pedir perdón excesivamente podría ser perjudicial para tu salud emocional y la percepción que los demás tienen de ti?

Tal y como si se tratara de una adicción, el primer paso para poder dejar este hábito, que podría ser resultado de un estilo de crianza o de un historial de abuso, como sugiere Beverly Engel en su libro The Power of Apology, es aceptarlo. Luego, es importante que crees conciencia de las circunstancias en las que pides perdón sin mérito y cambies tu manera de reaccionar a ellas. Recuerda que pedir perdón en exceso es casi como un ‘tic’ nervioso, que podría:

1. Ser señal de debilidad e inseguridad y motivo para que inconscientemente tus compañeros de trabajo y amistades traten de aprovecharse de ti.

2. Impedir que reclames tu espacio y tu voz de manera efectiva en la oficina y en el hogar, silenciando así tus inquietudes, opiniones, sentimientos y metas.

3. Añadir estrés y presión innecesaria a tu vida pues no sabrás cómo decir que NO en situaciones que lo requieran sin antes pedir perdón.

4. Trivializar el rito de pedir excusas, restándole así importancia a esos momentos cuando en realidad sientes que es importante pedir una excusa sincera.

5. Influenciar el comportamiento de tus hijos ya que con tu ejemplo podrías estarle inculcando a tomar responsabilidad por todo lo que sale mal a su alrededor aunque no sea su culpa y, por lo tanto, a pedir perdón sin ninguna necesidad.

Reemplaza perdón por...

- Un saludo como buenas días o buenas tardes si vas a entrar a un salón donde ya hay gente esperando.

- La frase ‘con el permiso’ si vas a interrumpir una conversación o necesitas paso.

- La palabra gracias si tu pareja te ayudó a hacer algún trabajo de la casa o a cuidar los niños.

- Una sonrisa cuando alguien invade tu espacio sin querer.

- Silencio cuando no sepas qué decir y la situación no requiera pedir disculpas, ni perdón.