Para los niños, el mejor momento del año es el verano. Pero no todos reaccionan igual al hecho de que se acaben los días de sol y agua, y se acerquen los de bulto y uniforme. Podría suceder que quizás no quieran regresar a la escuela. Dicho de otra forma, podría que estén ansiosos.

Identificando las causas

La ansiedad es un estado emocional en reacción a algo desconocido o la “visualización de algo catastrófico” que no necesariamente ha ocurrido, explicó Peter González, psicólogo clínico del Hospital Panamericano.

En los menores –término que abarca tanto a niños como a adolescentes– la ansiedad no es poca cosa: datos de los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades presentan que un 7% de menores entre tres y 17 años padecen del trastorno emocional.

Si extrapolamos la cifra a un salón de clases de 30 estudiantes, eso significaría que al menos dos de ellos estarían lidiando con ansiedad. El problema es que no siempre es fácil identificar las señales.

Las causas de la ansiedad en menores pueden ir desde la separación temporal de los padres, pasando por una ansiedad general (por ejemplo, padres que le exigen al hijo un aprovechamiento académico perfecto) y hasta bullying.

Cambios de grados (de elemental a intermedia, o de intermedia a superior) y situaciones en el hogar (como el divorcio de los progenitores o la enfermedad de uno de ellos) también pueden ser estresores, abundó el psicólogo.

En estos casos, la ansiedad puede manifestarse en irritabilidad, sensibilidad o sollozos sin razón aparente. Son comunes también las abstracciones (mantenerse en un estado pensativo), comunicarse con voz temblorosa o recurrir a excusas para no ir a la escuela.

Validar las emociones

“Siempre se recomienda a los padres que es igual de importante preparar el bulto que preparar al niño a nivel emocional. Hay que preguntarle cómo se siente, qué espera de ese año escolar. Dependiendo de la madurez del menor, se le puede preguntar cuáles son sus expectativas o metas para ese año escolar”, planteó González.

Lo crucial, afirmó el experto, es lograr la confianza de que los menores hablen con sus padres, tanto para validar las emociones –decirles que se vale llorar, por ejemplo– como para proveerles las herramientas para que ellos mismos puedan solucionar la situación que les está causando ansiedad.